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Por Ignacio Ramonet
La Voz de Galicia
Se llama Dong-Young Chung y es ministro de la unificación en el Gobierno de Corea del Sur. Es un hombre apuesto. Durante tiempo presentó un programa muy popular de televisión. Y se dice que será el próximo presidente del país cuando acabe, en 2008, el mandato del actual, Moohyun Roh. Me recibe, con mi intérprete Eunmi Cho, en su despacho situado en el centro de Seúl, megaurbe de más de veinte millones de habitantes.
Dong-Young Chung regresa de Corea del Norte en un momento en que las tensiones entre el régimen de Pyongyang y la Administración Bush de Estados Unidos alcanzan un nivel peligroso de intensidad. Corea del Norte se ha retirado del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNT), declara poseer «dos o tres» bombas atómicas y afirma estar fabricando otras tantas armas nucleares. Pretende que, de esa manera, practica una disuasión que le evita el ataque de Estados Unidos y un destino semejante al del régimen de Sadam Huseín en Irak. Para protestar contra la agresividad de los halcones estadounidenses, Pyongyang se ha retirado desde hace un año del grupo de los seis (Corea del Sur, Corea del Norte, Japón, China, Estados Unidos, Rusia), marco en el que se desarrollaban, desde 2003, las negociaciones de desarme.
Le pregunto al ministro Dong-Young Chung si piensa que el Tratado de No Proliferación Nuclear está caduco. «Desde hace 35 años -me responde- el TNT ha sido positivo, pero existe un cartel de las grandes potencias que quieren limitar el acceso de otros países al conocimiento de la tecnología nuclear, tan indispensable para el futuro, sobre todo en la perspectiva del fin del petróleo. Estas grandes potencias exigen un gran sacrificio de los países más pequeños y desoyen sus demandas de acceso a la energía nuclear. En algunos casos, como en Irán, hasta les niegan la posibilidad de acceder a la energía nuclear civil. Mientras que en otros casos se acepta que países como Israel o Pakistán se doten del arma nuclear. Eso crea desorden y desobediencia».
Le pregunto si la mejoría de las relaciones con Corea del Norte, sobre todo después de la visita del presidente Moohyun Rooh a la capital norcoreana y su encuentro histórico con el dirigente Kim Jong Il, puede facilitar las cosas. «Nuestra posición consiste en resolver los diferendos con Pyongyang de manera directa en conversaciones entre nosotros dos. Pero los norcoreanos dicen que Estados Unidos quiere derrocar su régimen y que, por consiguiente, para ellos, se trata de una cuestión de autodefensa que sólo puede resolverse en negociaciones bilaterales con Washington. Nosotros le decimos a Washington y a la Administración Bush que deben concentrarse en la desnuclearización de Corea del Norte y no deben buscar a derrocar el régimen».
¿Existe de verdad un alto riesgo nuclear? Sin duda alguna, me contesta el ministro. Pero nuestra sociedad está viviendo con mucha serenidad la crisis actual. En 1994, cuando vivimos la primera amenaza nuclear de Corea del Norte, la Bolsa de Seúl cayo un 30%. Sin embargo, esta vez, a pesar de la gravedad superior de la amenaza, la Bolsa no se ha movido. Prueba de que nuestros ciudadanos consideran que las buenas relaciones entre Seúl y Pyongyang son sólidas y constituyen una garantía de seguridad. Nuestra convicción es que hay que rebajar el riesgo nuclear mediante el diálogo y la política. Sin recurrir a las armas. Nosotros apostamos por la diplomacia. Washington debe restablecer el contacto con Pyongyang y garantizarle a los norcoreanos un nivel de vida decente mediante ayuda alimenticia y económica. Todo el mundo saldría ganando».
Como oyendo los deseos del ministro Dong-Young Chung, Corea del Norte anunció el pasado 8 de junio su deseo de volver a la mesa de negociaciones en el marco del grupo de los seis. Se reduce así el peligro Corea.