Portada del sitio > Uruguay: El tratado con EEUU y el MERCOSUR
Por Carlos Santiago*
La crisis de MERCOSUR es una evidencia de estos tiempos que, por supuesto, está dejando a los uruguayos en el centro de una difícil situación que, obviamente, tiene como condimento negativo el tratado de inversiones que EEUU nos quiere imponer a la luz de un intercambio comercial claramente favorable a nuestros intereses.
De aprobarse el “engendro” impulsado por el gobierno de Jorge Batlle y sobre el que tiene que decidir Tabaré Vázquez, Uruguay pasaría a jugar un papel singular a nivel del acuerdo regional, puesto que sería una especie de cabeza de playa de los intereses norteamericanos. Esta situación que está muy mal vista por los socios mayores del MERCOSUR, Argentina y Brasil, que vislumbran un futuro de difícil relacionamiento con nuestro país y además enfrentan, en razón de los diferentes tamaños de las economías, a otra realidad o problema a considerar, la que impone Paraguay.
Asimetrías macroeconómicas que están complicando las relaciones intramercosur, a lo que se suman las simetrías de Brasil y la Argentina, países que tienen la tendencia a producciones parecidas, competitivas entre si y no, como sería deseable, complementarias.
Entre esas simetrías se señalan los elevados niveles de riesgo de los dos países, el costo del crédito internacional, las carencias de inversiones directas y las tasas de interés confiscatorias. A esto habría que agregar, por sobre todo, los años de recesión en la Argentina y una serie de convulsiones cíclicas en Brasil que han deteriorado el conjunto de sus economías, pese que en la actualidad los dos países vecinos se encuentran en una etapa de crecimiento.
En definitiva, la crisis del MERCOSUR no obedece a un desequilibrio de las relaciones económicas entre sus miembros, sino al derrumbe capitalista que es común a ellos y a toda la economía mundial.
Preocupación por Uruguay
La recesión internacional en curso ha sido calificada por el analista argentino, Julio Nudler, como la primera de características sincronizadas y generales desde 1930.
La última información, que de confirmarse es grave para Uruguay, es la que trasciende desde Itamaraty, que cataloga nuestra situación como “muy preocupante”.
Se entiende en Brasilia que nuestro país necesita del apoyo de EEUU para resolver su situación financiera, dado que posee la mayor deuda externa “per cápita” del mundo. Se califica al ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, como un hombre pragmático, que está presionando a favor del tratado de protección de inversiones con EE.UU., contradiciendo lo planteado por el canciller, Reinaldo Gargajo que conjuntamente con parte de la izquierda tradicional se opone a la firma del mismo. alegando que viola de manera flagrante elementos de la soberanía del país sin tener como contrapartida beneficios acordes con ese terreno perdido.
En Itamaraty se piensa que la aprobación del tratado sería un golpe muy duro para el propio MERCOSUR y que se debería - en una opción extrema - adoptar medidas contra nuestro país, inclusive pensándose en su exclusión.
Las fuentes estiman que la firma del tratado de protección de inversiones con EEUU es incompatible con el MERCOSUR. Además los uruguayos seguimos asistiendo a presiones ostensibles y no disimuladas, como la del embajador de EEUU, Martín Silvertein que, sin pelos en la lengua, hizo un insoportable alegato a favor del tratado, dejando la sensación que en el basamento de su alocución se encontraba una sutil advertencia.
No es de zahorí admitir que la situación de uruguaya es muy difícil por varias razones. Una de ellas está vinculada al intercambio comercial con EEUU, claramente favorable a nuestro país. Sin embargo de firmarse el tratado, logrando con ello “agradar” a los EEUU, para eventualmente contar con su apoyo y como contrapartida el del Fondo Monetario Internacional, con el fin sortear el problema de la descomunal deuda externa, se evidencia un posible “conflicto” con Brasil y, en buena medida también, con Argentina, de cuyos mercados también depende Uruguay.
Para los voceros de Itamaraty, no cabe duda que el tratado de protección de inversiones recíprocas fue instrumentado por EEUU, a través del gobierno de Jorge Batlle, con el fin de “golpear” al MERCOSUR, admitiéndose que si el actual gobierno - con evidentes coincidencias ideológicas con el de los países vecinos - sigue en el camino impulsado desde Washington, la situación se agravará.
Este análisis no es, sin embargo, el que prevalece entre muchos economistas pertenecientes a los círculos empresariales capitalistas, quienes también tratan de presionar a favor del tratado. Ello es completamente razonable atendiendo a esa implícita visión sobre el devenir económico, porque ningún capitalista, especialmente los de “marca” neoliberal, puede concebir la salida a una crisis en términos de objetivos comunes y solidarios, sino que prepondera entre ellos la visión de unos sectores capitalistas prevaleciendo sobre otros.
Por ello todas las crisis capitalistas producen una destrucción de capital (y de manera consiguiente de la fuerza de trabajo) y una mayor concentración de la propiedad, que es el resultado final de la brutal batalla que se desata en esos contextos por la apropiación del ingreso.
Con esas visiones se hace imposible que en etapas de crecimiento, como las que vivió Uruguay en el pasado año, proceso que comenzara a paralizarse en el último trimestre, se traduzcan en una redistribución equitativa de esa mayor riqueza. Los capitalistas afiliados a la tesis de la acumulación, siguen sin advertir que el camino que impulsan niega soluciones a una sociedad, como la nuestra, que ha dejado en la orfandad - por debajo de la línea de la pobreza - a una tercera parte de la población.
¿Qué democracia es posible en ese marco, en donde se abandona a su suerte a un millón de personas? Con el MERCOSUR pasa algo similar. Mientras prevalezca la visión capitalista es obvio que no habrá acuerdos que establezcan caminos comunes.
A esta altura del recorrido parece evidente que el MERCOSUR ha fracasado, como se pronosticó cuando se inauguró, pero no por la discrepancia entre sus políticas económicas, sino porque su naturaleza capitalista ha acentuado la vulnerabilidad de los cuatro socios ante la economía capitalista internacional.
Los dos países mayores - Argentina y Brasil - ingresaron con el MERCOSUR en la calesita de la especulación financiera internacional, sin una base industrial ni una inserción independiente en el mercado mundial capaz de sostenerla y canalizarla. La ruta del desarrollo de los países atrasados no es su adaptación al mercado mundial, sino el desarrollo de los grandes medios de producción, sumado a un régimen de justicia económica-social que haga posible una adecuada distribución de los ingresos para posibilitar que el desarrollo económico tenga una de sus patas fuertemente apoyada en el mercado interno
En los círculos capitalistas han aparecido diversas propuestas para "salvar" al MERCOSUR. Una de ellas es transformarlo en una zona de libre comercio para importar bienes de capital e informática sin pagar los aranceles propios del acuerdo regional. Esa propuesta, de fuente argentina, perjudicaría a las industrias respectivas de Brasil, que deberían enfrentar una mayor competencia internacional en la Argentina. Propuesta que además busca un mayor abaratamiento del capital.
Si esa propuesta tuviera andamiento se acentuaría la deflación en la región, porque forzaría un abaratamiento de todos los capitales instalados. Pero que no tendrá éxito lo demuestra el fracaso de todos los llamados "acuerdos de competitividad", porque a pesar de las prometidas exenciones de impuestos, los mismos no atrajeron ninguna inversión nueva.
Otros proponen "suspender" el MERCOSUR, lo que sería de buen recibo para los EEUU, pues se afectarían las exportaciones agrarias en la región - pensemos en el arroz uruguayo - pues Brasil estaría en todo su derecho de reducir los aranceles que hoy el acuerdo regional le impone para la importación de los cereales norteamericanos.
Sin duda, un panorama difícil que está vinculado, también, al destino de los uruguayos.
* Carlos Santiago es periodista. (Secretario de redacción del diario LA REPUBLICA de Montevideo y del suplemento semanal Bitácora)