Portada del sitio > Una Tarde en Alabama
En diciembre de 1865 fue ratificada oficialmente la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos de América. Aquella abolición era la primera conquista obtenida mediante la victoria de los estados del norte sobre los esclavistas del sur (otra conquista fue la conservación de la unidad de un país que estuvo a punto de partirse en dos naciones profundamente enemistadas).
Por William Ospina
Los Estados Unidos tenían entonces poco más de 32 millones de habitantes, y en esa contienda, que suele ser descrita como la primera guerra moderna, porque se dio después de la Revolución Industrial y tuvo como instrumentos el espionaje mediante globos, la ingeniería avanzada, el telégrafo, los ferrocarriles y hasta la fotografía, murieron más de 600 mil americanos.
Cuatro millones de esclavos obtuvieron la libertad, pero esa libertad distaba mucho de ser un régimen de derechos y de dignidades. Con razón solía decir Estanislao Zuleta que una reforma que les garantizara a los esclavos solamente la libertad, sin darles ni educación, ni empleo, ni un puesto de respeto y de dignidad en el orden social, era temido hasta por los mismos esclavos, porque equivalía apenas a dejarlos libres de comida y de techo.
No había amanecido la paz después de la contienda, y ya un grupo de oficiales del bando derrotado estaba fundando el Ku Klux Klan, una organización siniestra que duró más de un siglo, empeñada, según ella, en defender "los valores de la civilización occidental, blanca y cristiana", mediante la violencia contra los negros y la negación de sus derechos recién consagrados. Pero no sólo las organizaciones terroristas clandestinas perpetuaron el régimen excluyente, la propia legislación norteamericana estableció toda suerte de discriminaciones en el sistema escolar, en los restaurantes, en los teatros, en los barrios de las ciudades y hasta en los autobuses públicos, mediante un sistema de leyes a las que llamaron burlonamente "Jim Crow" -en recuerdo de un personaje de opereta- que convertían a los negros en ciudadanos de última categoría.
Hoy nos cuesta creer que esas leyes estuvieran alguna vez consagradas en los códigos de una nación tan celosa de sus libertades y tan envanecida de sus derechos, pero más asombroso es comprobar que las leyes "Jim Crow" existieron hasta hace medio siglo, y que para derogarlas se requirió la lucha abnegada y llena de sufrimientos de incontables miembros de la raza negra en los Estados Unidos.
Y esta es la historia de un gesto, de un sencillo gesto de dignidad, como tantos que han ocurrido en la historia, pero que bastó para desatar la indignación y el orgullo de toda una raza. Su protagonista fue Rosa Parks, quien acaba de morir en Detroit a los 92 años de edad. Había nacido en 1913 en Tuskegee (Alabama), y era hija de un carpintero y una profesora. Nieta de negros emancipados al final de la guerra, tenía muy cercano el recuerdo de la esclavitud. Había visto de niña a su abuelo apostándose a las puertas de la casa, con una pistola oculta en el pantalón, por si era necesario defenderse cuando pasaban los desfiles infamantes del Ku Klux Klan por las calles de su ciudad. Había sido testigo de persecuciones y de linchamientos, y unos meses atrás del día que le tenía reservado el destino, había asistido al entierro de Emmett Hill, un muchacho negro linchado por blancos en 1955. Nadie olvida que en aquel entierro la madre del muerto se atrevió a abrir el ataúd, para que todos los asistentes pudieran ver el estado en que había quedado el cadáver.
Las leyes "Jim Crow" habían llegado al extremo de disponer que en los autobuses las primeras cuatro filas estaban destinadas a los blancos y no podían ser utilizadas por nadie más, las últimas diez eran para los negros, y las de la mitad podían ser usadas por negros sólo si no había blancos que las requirieran. Cuando un blanco entraba y reclamaba el puesto, toda la fila de los negros debía levantarse. Es fama que los negros, cuando el autobús se detenía ante ellos, tenían que pagar al conductor adelante, pero después debían salir de nuevo y entrar por la puerta de atrás. Se entiende que la razón por la cual los blancos iban en las hileras de adelante era para no tener que ver a los negros ante ellos durante el viaje.
"LEVÁNTESE", LE DIJO EL CONDUCTOR. "NO LO HARÉ", DIJO ELLA. "LA HARÉ ARRESTAR", DIJO EL CONDUCTOR. "HÁGALO".
Rosa Parks esperaba el autobús en la Avenida Cleveland, en Montgomery, en el estado de Alabama. Venía de trabajar como costurera todo el día, y al subir ocupó su lugar en una hilera del medio. Había 22 negros y 14 blancos en aquel bus de 36 puestos, de modo que el vehículo estaba lleno cuando entró un joven blanco. No reclamó el puesto, pero el conductor exigió inmediatamente que los negros se levantaran. Los compañeros de Rosa lo hicieron, pero ella permaneció en su puesto. "Levántese", le dijo el conductor. "No lo haré", dijo ella. "La haré arrestar", dijo el conductor. "Hágalo", dijo ella.
Allí desapareció Rosa Parks, la discreta modista de Alabama, y nació Rosa Parks, el símbolo de la lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos. "No estaba cansada -dijo después- al menos no más cansada que cualquier otro día después del trabajo. Simplemente sentí que no podía permitirme seguir siendo maltratada de esa manera". Rosa fue arrestada. Al otro día los militantes negros del movimiento por los derechos civiles repartieron 52.000 volantes llamando a la resistencia. La semana siguiente, 40.000 negros de Montgomery -liderados por el pastor de 26 años Martin Luther King- emprendieron un boicot a la empresa de buses que duró 381 días y que arrojó como resultado, primero el reconocimiento por parte de la Corte Suprema, de que Rosa Parks tenía razón en reclamar sus derechos, y doce años después la abolición del sistema legal de discriminaciones.
Como Gandhi después del triunfo de su movimiento de no violencia por la independencia de la India, también Martin Luther King pagó con su vida el triunfo del movimiento de reivindicación de los derechos civiles de los negros. Rosa Parks, amenazada de muerte, tuvo que salir de la ciudad y vivir el resto de su vida en Detroit. Convertida en un símbolo, más de cuarenta universidades la nombraron Doctor Honoris Causa, para mostrar que también en la academia no hay más alto mérito que la dignidad. Y la semana pasada, antes de que se cumplieran el próximo 1° de diciembre los cincuenta años de ese gesto que habrá que recordar miles de veces, el símbolo del cansancio de una raza mil veces esclavizada y proscrita, Rosa Parks fue velada en la rotonda del Capitolio de Washington, y honrada con justicia por toda una nación mientras ondeaban a media asta las banderas de Texas en todos los edificios públicos de la Federación.
Más alto que todo eso, el ejemplo de Rosa Parks seguirá siendo un grito en un mundo donde persisten tantas exclusiones y tantas discriminaciones. Es toda África la que debe levantarse ahora para reclamar su lugar después de las injurias del colonialismo, que desintegraron tantas culturas ancestrales y arrojaron al continente en manos de la pobreza y de la enfermedad. Frente al féretro de Rosa Parks desfilaron Bill Clinton, y Aretha Franklin y Jesse Jackson, mientras millones de personas dignas en todo el mundo la despedían como a una heroína. Ella podía decir como la Anne Rutledge de Edgar Lee Masters:
En mí el perdón de millones de hombres para millones
Y la faz bienhechora de una nación
Resplandeciente de justicia y verdad.
Florece para siempre, oh República
del polvo de mi pecho.
Pero Rosa Parks recordaba su gesto con sencillez. "No tenía idea -dijo- de que alguien se enteraría de lo que me había sucedido aquel día". Rosa Parks, te necesitamos más viva cada día. Que nadie se olvide jamás de lo que ocurrió aquella tarde en Alabama.
EL EJEMPLO DE ROSA PARKS SEGUIRÁ SIENDO UN GRITO EN EL MUNDO DONDE PERSISTEN TANTAS EXCLUSIONES Y TANTAS DISCRIMINACIONES.
Mensajes
9 de noviembre de 2005, 15:19
La muerte de Rosa Parks unos meses despues de las muertes causadas por un gobierno desinteresado en ayudar a sus ciudadanos pobres en el area del Golfo, ha dado a los gobernantes,
incluyendo a ex-presidentes como Clinton, la oportunidad de alabar a una heorina, sin tener que hacer nada mas por el resto de la populacion de gente de descendencia africana, sin tener que hacer nada acerca del desempleo de los jovenes, nada acerca de la realidad de que hay mas hombres de color en prisiones que en las universidades, nada acerca de la segregacion que existe en muchas ciudades -incluyendo la mia, San Francisco, California- Las alabanzas que Rosa Parks recibio solamente ayudaron a agrandecer la vanidad de los politicos y a esconder, por unas horas, el racismo que existe en este pais. A Rosa ParKs le hubiese interesado mas que los cientos de cuerpos flotanto en las aguas fetidas de New Orleans hubiesen recibido un entierro digno, que el honor de estar
en el Capitol estado unidense.
Hoy en dia todos nos sentamos donde podemos en los autobuses, pero muchas veces elegimos no viajar en areas donde tenemos que integrarnos.
11 de noviembre de 2005, 05:24
Excelente trabajo Wilian Ospina, felicidades.
Carmen Arelis Contreras M