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Sumas y restas

Publie le Viernes 28 de octubre de 2005 par Open-Publishing
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Al comienzo del Ricardo II, de Shakespeare, Juan de Gante trata de convencer a su hijo, quien ha sido desterrado de Inglaterra, de que no tome demasiado a pecho esa expulsión, que piense que va de vacaciones, que no se sienta perdiendo un país sino ganando un mundo. Pero el muchacho le responde que uno no puede impedir que el fuego le queme la mano mediante el recurso de pensar en los hielos del Cáucaso, que uno no puede calmar el filo del apetito con la mera imaginación de un banquete, y que no sirve de nada pensar en el calor del verano cuando uno va rodando desnudo por la nieve de diciembre.

Por William Ospina

Pensar sólo en las cosas buenas, dice, sólo hace sentir más lo peor. Y añade que "el feroz diente de la tristeza nunca hace tanto daño como cuando muerde sin abrir la herida".

Varias veces he oído decir que Sumas y restas es una película que vuelve a mostrar el costado negativo de la sociedad colombiana. Que teniendo Colombia tantas cosas hermosas y admirables qué mostrar, Víctor Gaviria ha vuelto a detenerse en esas sórdidas historias de mafia y de violencia que han sido nuestra vergüenza en las últimas décadas. Esos comentarios insisten en una confusión entre la realidad y el arte que es frecuente en las sociedades mágicas. La nuestra es una sociedad donde no es imposible que las personas por la calle insulten al actor que representa al villano de la telenovela. Una sociedad donde no se les censura a los carniceros de la guerra que cometan sus crímenes sino que lo cuenten. Una sociedad donde se confunde una película sobre la violencia de la mafia con la violencia de la mafia.

Es como si creyéramos que Leonardo di Caprio es Romeo Montesco, que Greta Garbo es la reina Cristina de Suecia, que Christopher Reeve era Supermán. Por eso, cuando nos presentan una reflexión intensa y verdadera sobre la realidad colombiana de los últimos tiempos, como Sumas y restas -que no es el problema sino un valeroso esfuerzo por enfrentar el problema, que no es un acto de violencia sino un refinado y pacífico ejercicio de comprensión, de reflexión y de superación de los dramas que nos han llevado a la violencia- creemos estar frente a los hechos mismos y no nos damos cuenta de que estamos ante su desciframiento; que estamos pasando del horror a la conciencia del horror, de la ceguera a la clarividencia, de ser víctimas inermes de una red de causas ingobernables a ser testigos lúcidos de la destreza con que el diablo teje sus tapices.

Sumas y restas, como antes La vendedora de rosas, como antes Rodrigo D. No futuro, son pasos sucesivos, cada vez más elaborados y valiosos, del compromiso de Víctor Gaviria en el examen de nuestra realidad y en la creación de poderosos recursos para comprenderla. Recuerdo aquí una frase de Sigmund Freud que Estanislao Zuleta solía repetir: "Porque lo que así permanece sin explicar retorna siempre, una y otra vez, como un alma en pena, hasta encontrar explicación y redención". Si la solución a los problemas de los individuos y de las sociedades fuera alzarnos de hombros frente a ellos, hacer el esfuerzo por olvidarlos, tratar de pensar en otra cosa, Colombia, hábil en la estrategia del avestruz, ya habría superado todos sus males.

Las soluciones a nuestros problemas deben ser verdaderas, y no ilusorias. Frente a una tubería rota que nos inunda la casa no sirve de nada pensar en la sequedad del Sahara; frente a las seducciones y los crímenes de la codicia, que se aprovecha de nuestra pobreza, de nuestra necesidad o de nuestra debilidad para enredarnos en su tentación de opulencia hacemos mal en soñarnos inmunes en lugar de encarar nuestros defectos.

SI LA SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS DE LOS INDIVIDUOS Y DE LAS SOCIEDADES FUERA ALZARNOS DE HOMBROS FRENTE A ELLOS, COLOMBIA, HÁBIL EN LA ESTRATEGIA DEL AVESTRUZ, YA HABRÍA SUPERADO TODOS SUS MALES.

Por eso, cuando alguien dice que los creadores del cine colombiano deberían dedicarse a mostrar las cosas buenas y las cosas bellas que pasan en Colombia, en vez de mirar las desgracias y las tragedias, hay que recordarles sin cesar que lo mejor que tiene Colombia, mejor aún que sus paisajes, día a día arrasados por la codicia, es su inteligencia, su voluntad de entender la complejidad del drama, su capacidad de ver la trama minuciosa de las guerras, las razones del resentimiento, los mecanismos de la violencia, las causas de esta mala fiebre que se adueñó del país sin que lo advirtiéramos.
A
diferencia de La Sierra, un documental estremecedor por la verdad que muestra, y desesperanzador por la verdad que no interroga (qué poderes patrocinan la violencia, de dónde salen esas armas que esgrimen los cercos de niños sin futuro en la noche de las barriadas, qué dirigencia arrojó estas multitudes al desamparo, qué responsabilidad tienen los dueños del país en este espectáculo monstruoso de niños que sólo pueden contar con la vida mientras les dure la munición en sus pistolas), Sumas y restas se sumerge hondamente en los hechos que narra, interroga la red de las relaciones, no presenta sólo la superficie sino la profundidad de un drama que estuvo y está por todas partes, en una sociedad que deja a cada quien sólo con sus necesidades y con sus soluciones, sin el cobijo de una memoria compartida, sin el tejido de una comunidad solidaria, sin un diálogo generoso que alerte frente al peligro, sin una justicia que ponga freno a la codicia de algunos, sin unos valores humanos que se prediquen con el ejemplo.

Como todas las grandes miradas sobre el destino humano en medio de los infiernos de la historia, Sumas y restas es un monumento a la generosidad. Allá dentro hay un infierno, pero quien nos lo narra nos está mostrando otra cosa, nos está mostrando lo que tenemos de admirable, nuestra capacidad de reflexionar y de interrogar la condición humana. No mira al mundo como lo miran los jueces y los verdugos, los bandidos y los traficantes, sino como lo mira un espíritu que ama y se conmueve y que necesita comprender: por eso tenemos sentimientos encontrados frente a los personajes, podemos admirar su destreza y deplorar su infamia, censurar sus debilidades y reprochar sus torpezas, entender sus extravíos y sentir el horror de sus brutalidades. Nadie es en ella sólo una suma de defectos o de virtudes, todos son lo que la vida ha hecho de ellos, todos pagan por su negligencia o por su ambición.

Nadie debe dejar de recibir la lección de humanidad y la explicación de los males de nuestro país y de nuestra época que trae esta película. No se propone ser la obra más bella de nuestra cinematografía, pero a mi juicio ha logrado ser la más verdadera. Y, como bien lo intuyó Keats, toda verdad profunda se resuelve en belleza.

NO SE PROPONE SER LA OBRA MÁS BELLA DE NUESTRA CINEMATOGRAFÍA, PERO A MI JUICIO HA LOGRADO SER LA MÁS VERDADERA.

Mensajes

  • Mi nombre es Marco Gómez y escribo desde Bucaramanga. Asistí el pasado domingo 6 de noviembre a la proyección de Sumas y Restas. Al ver la película queda una grata sensación por lo bien elaborada que está. Demasiadas groserías y un poco plana al principio, la película gana en ritmo y sorpresas para el espectador al final. Por todo ésto, me inclino en favor de los argumentos expuestos por Ospina. En Colombia quieren disfrazar las verdades pero afortunadamente existen unos bienaventurados tercos empecinadísimos en mostrar lo que somos o fuimos sin importar cual creda sean los hechos.