Portada del sitio > La bala en el pecho de Carlos Gardel
El 24 de junio de 1935, a las diez de la mañana, Carlos Gardel, con su amigo y compositor Alfredo Le Pera, sus tres guitarristas Barbieri, Riverol y Aguilar, y su secretario Plaja, abordó en Bogotá el trimotor F31 de la Sociedad Aérea Colombiana, rumbo al aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. En realidad aquel vuelo no estaba previsto en su gira que incluyó Puerto Rico, Curazao, Venezuela y Colombia, y que esperaba llegar después a Panamá, Cuba y México.
Por William Ospina
Gardel ya había cantado triunfalmente en Cartagena, en Medellín y en Bogotá, y sólo le faltaba su cita con el público de Cali, que tenía compradas todas las boletas para escucharlo esa misma noche. Pero el día anterior el cantante había sido invitado a cantar en La Voz de la Víctor, donde ofreció a los radioyentes sus canciones más conocidas, terminando con Cuesta abajo, Silencio, y la última canción de su vida: Tomo y obligo.
Eran las doce y media de la noche cuando terminó la audición, pero los artistas no se fueron a dormir enseguida sino que se demoraron en una larga partida de póquer que retrasó su vuelo de la mañana siguiente. Plaja, el secretario, había contratado el avión de la SACO para la gira, y cierto piloto Morrison le advirtió que debían salir muy temprano, para poder volar directamente a Cali, antes de que subiera la niebla sobre la cordillera Central. Si se demoraban, el avión no tenía capacidad de combustible para un vuelo de mayor altura, esquivando la niebla, y tendría que volar hasta Medellín para reabastecer el combustible, y entonces sí volar sobre el cañón del río Cauca, casi todo el tiempo en descenso, rumbo a Cali.
Sólo a las diez de la mañana estuvieron en el aeropuerto. El vuelo a Medellín fue normal, aunque hubo quien dijera que habían tenido problemas de peso a la hora del aterrizaje. Otra nave esperaba turno en el aeropuerto Olaya Herrera, el trimotor Manizales, de la Sociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos (Scadta), la aerolínea que más tarde se convertiría en Avianca, y que fue la segunda línea aérea comercial del mundo. El dueño de la SACO, Ernesto Samper Mendoza, era un aguerrido competidor de Scadta, y se dice que había rivalidades personales entre él y los pilotos de aquella línea aérea.
NO ES FÁCIL ENCONTRAR EXPLICACIÓN PARA EL SÚBITO VIRAJE DE UN AVIÓN QUE, DE PRONTO, SE PRECIPITÓ HACIA EL OTRO.
Antonio Henao Gaviria, el único periodista que estaba presente en la caseta de la SACO y fue testigo de lo que ocurrió en el aeropuerto al comenzar la tarde, había hablado poco antes con el piloto Ernesto Samper, y declaró después que éste le había contado un incidente ocurrido cuatro días atrás. Al parecer, en el aeropuerto de Techo, en Bogotá, el piloto Hans Ulrich Thom había hecho una maniobra peligrosa y desafiante sobre el trimotor de Samper, y éste estaba decidido a tomarse su revancha cuando la ocasión lo permitiera.
Era un bello avión de alas rectas, con un motor en la trompa y un motor bajo cada una de las alas. Antes de subir a bordo les fueron tomadas a Gardel y sus amigos las dos fotografías que se supone son las últimas, aunque ya en la cabina, uno de los pasajeros, posiblemente el secretario Plaja, tomó otra fotografía en la que se puede ver a los pilotos, inmediatamente detrás de ellos a Le Pera y Gardel, y dos personas detrás, que sin duda son dos de los guitarristas. Ya había comenzado a carretear el trimotor F31, piloteado por Samper, cuando el periodista Henao Gaviria advirtió desde la caseta que el avión se desviaba de la pista de despegue, después de avanzar unos doscientos metros, y se precipitaba a toda velocidad hacia el trimotor Manizales, de la Scadta, en el que, según se supo después, viajaba también, entre otros pasajeros, el joven intelectual Estanislao Zuleta Ferrer, y que era piloteado aquel día precisamente por el alemán Hans Ulrich Thom. Ambos aviones estaban llenos de combustible y el choque produjo una gran explosión, un incendio terrible, y la muerte de quince personas, entre ellas de la pareja de músicos más famosa de aquella época y hoy ya legendaria.
Sólo después empezaron los rumores que acompañan a toda leyenda. La versión oficial habló siempre de una falla mecánica que desvió al trimotor F31 y lo precipitó contra el Manizales.
Pero quienes sabían de la rivalidad entre las dos empresas, y más precisamente entre los dos pilotos, no dejaron de concluir que Samper Mendoza había intentado desquitarse de los desplantes del alemán y había dirigido su nave hacia la otra con la intención de alzar vuelo poco antes de la colisión, humillando al rival, con tan mala suerte que la maniobra le falló y el resultado fue un infierno. La versión era asombrosa y fue creída por muchos, aunque resulta muy difícil pensar que un piloto, que es además dueño del avión y de la compañía aérea, se comporte como un adolescente vanidoso cuando lleva en su nave a un artista célebre y querido por todos, al que debe cuidar tanto o más que a sus naves.
Pero los médicos que examinaron los cadáveres descubrieron después algunos hechos que agravaron la historia. El cuerpo de Gardel, reconocido por una banda de oro con su nombre y su dirección, tenía una bala alojada en un pulmón. El cadáver carbonizado de uno de los copilotos tenía una pistola en su mano. Y más grave que todo eso, había una bala en la cabeza del piloto Ernesto Samper.
Quienes han mostrado la fotografía tomada en la cabina, que es posible ver en internet, afirman que ésta se salvó porque el estuche de la cámara la preservó de las llamas. De corresponder a la realidad, si algo se advierte en esos minutos previos al despegue es una total tranquilidad entre los pasajeros. Resulta difícil creer en la versión que la novia eterna de Carlos Gardel, Isabel del Valle, dijo haber escuchado del guitarrista sobreviviente, Aguilar, según la cual se había presentado una disputa entre Gardel y Le Pera, debida a la decisión de Gardel de separarse de su empresario, letrista y amigo, y que éste, en un arranque de furia, queriendo disparar contra el artista, dio en la cabeza del piloto. Sin embargo no es fácil encontrar otra explicación para el súbito viraje de un avión que iba ya por la pista de despegue y que de pronto se precipitó hacia el otro y avanzó en línea recta hasta él sin que se advirtieran en la pista por parte de los peritos ni intentos de desviarse ni huellas de frenos.
La otra bala encontró su explicación. El joven de Toulouse (Francia), Charles Gardés, nacido en Buenos Aires a los dos años y medio, como él mismo lo dijo con ingenio, y que había cambiado su nombre por Carlos Gardel desde comienzos de su vida artística, había recibido un balazo en el pecho en 1915, el día en que cumplió los 25 años, mientras andaba con amigos de teatro haciendo fiesta en la esquina de Libertador con Agüero. Eran los tiempos en que cantaba con Razzano música criolla bajo los grandes arcos del mercado del Abasto y en las fiestas lujosas del Armenonville, y esa noche defendió a un actor amigo suyo, Alippi, pero fue herido por uno de los agresores. El médico que lo atendió prefirió no operarlo, y dejar para siempre la bala alojada en el pulmón del muchacho. Después de un año de convalecencia en Uruguay, en 1917, el zapatero y anarquista Contursi le dio su canción Lita, a la que Gardel rebautizó con el nombre de Mi noche triste, y así nació el tango canción que en sus últimos doce años de existencia Gardel llevó por Argentina, Francia, España, Italia y Estados Unidos. De esa alianza con Contursi nació el género que Gardel y Le Pera condujeron a una celebridad delirante, y a la inmortalidad. Antes de aquella tarde de azares aciagos en Medellín, veinte años había cantado Gardel, como conviene a un cantor de tangos, con una bala anidando en su pecho.
SE HABÍA PRESENTADO UNA DISPUTA ENTRE GARDEL Y LE PERA... Y ÉSTE, QUERIENDO DISPARAR CONTRA EL ARTISTA, DIO EN LA CABEZA DEL PILOTO.