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Por César Rojo
1 de enero de 2006, San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Amanece, observo mi sombra en el piso que refleja el sol brillante; camino por la Plaza Catedral de esta colorida ciudad, o mejor dicho, por la Plaza de la Resistencia, llamada así después del 1 de enero de 1994, fecha del levantamiento armado de los zapatistas, y me detengo para ver el escenario donde horas más tarde la Comandancia del EZLN inaugurará el inicio de la Otra Campaña.
El templete tiene de fondo un mural, en él miro a Zapata y me digo, reflexionado sobre lo que he escuchado y visto durante una semana de visita en diferentes ciudades y pueblos de Chiapas, "qué tajante es la jerarquía social aquí. Sí, en otras partes es igual, pero ahora, aquí, me choca el vituperio, el ultraje con el que tratan a los campesinos, a los indígenas de estas tierras. Tú caminas por estas calles y todo es para los turistas, sobre todo para los turistas extranjeros, y el campesino, el indígena, ellos venden en el suelo, cobrando los precios más baratos y están vetados a entrar a los restaurantes, a los sitios de diversión. Son vistos como algo que afea, como una mácula, como un pedo maloliente; me acuerdo lo que escuché hace unos días, no recuerdo quién lo dijo, pero dijo, San Cristóbal es chingón, lo único malo (bajo un poco la voz) son lo indios. Ay, sentí que algo se me sumió en la panza, y de algún modo me sentí agredido, pues yo soy de acentuados rasgos indígenas".
Seguí mirando mi reflejo en el piso de la Plaza de la Resistencia. Es interesante y atractivo ver las diversidad cultural y lingüística que se vive en sitios como San Cristóbal de las Casas, pero es denigrante y penoso advertir la desigualdad y la injusticia social para con los indígenas, los dueños prístinos de estas tierras.
El sol se hizo más fuerte, avanzaba la mañana. Pensé en un lugar para desayunar. Más tarde me encontré en el mercado comiendo unos ricos tamales de frijol y pescados fritos con salsa y limón. Caminé por aquí y por allá, me refresqué con un tepache bien frío y le dije a Walter, mi compañero de viaje en Chiapas, " pues volvamos a la Plaza para esperar a los compas".
Como buenos simpatizantes del EZLN, y ahora adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la Otra Campaña, allí pasamos toda la tarde esperando la llegada de la Comandancia y de las bases de apoyo zapatista. Algunos desesperados preguntaban, y Marcos a qué hora llegará, y los zapatistas a qué hora llegarán, y la Comandancia a qué hora llegará. Qué impaciencia de la gente, muchos de ellos turistas extranjeros, tantos, que hubo un momento en que me dije, ¿acaso estoy en Chiapas? Pero conforme caminó el tiempo la gente del color de la tierra comenzó a llegar a la Plaza, de tal modo que para el crepúsculo era un mosaico de culturas, de lenguas, de colectivos, de tribus urbanas y rurales.
El ambiente era emotivo, por un momento el cielo se oscureció, hubo truenos, y algunas gotas de lluvia amenazaron la atmósfera. Pero sólo fue eso, un espanto; instantes después llegaron las estrellas y para distraer al personal, los encargados del mitin invitaron a todos y todas que quisieran cantar algunas canción.
Los entusiastas no se hicieron esperar, jóvenes españoles, de Argentina, el canto de un indígena de los pueblos de Norteamérica, un jaranero veracruzano, diversas voces con cantos de protesta, de resistencia social, de lucha civil, se hicieron escuchar en la Plaza de la Resistencia. Mientras esto ocurría, varias bases de apoyo zapatista llegaban entre nosotros, se acomodaban por diferentes sitios con su mirada enigmática a través del pasamontañas. No faltaba el clásico turista que se acercaba a los compas y sin pedir permiso se tomaba una foto junto a ellos. Qué pena nos daba ver esto. Walter me decía, "ya viste, ya viste". "Sí, hombre, al menos deberían dar las gracias", le dije.
Eran aproximadamente las ocho y media de la noche cuando es anunciado que ya llegó el contingente de las bases de apoyo y la Comandancia del EZLN viene con ellos. Cientos y cientos de zapatistas colmaron el centro de San Cristóbal. La Comandancia sube al templete, las consignas hacen eco en la Plaza: "ezln, ezln".
El primero en hablar es el comandante Tacho, quien de plano dijo: "Todos y todas debemos decirles a los poderosos que no chinguen. Es necesario que nos organicemos. Llegó la hora de decir juntos ya basta, porque de los explotadores nadie nos va a defender si no somos nosotros mismos. Los zapatistas no estamos de acuerdo en que nos chinguen."
Tocó el turno después a la comandanta Kelly, quien después de dirigirse a las mujeres y conminarlas a luchar por la igualdad de género y en contra de los hombre machitos, pidió al pueblo de México que cuidara al sub Marcos: "Les decimos que lo cuiden mucho, mucho; estaremos pendientes para cuando nos indiquen a donde nos toca ir y escuchar, juntar nuestras palabras con las de todos ustedes, unidas juntas con los compañeros a hacer más grande nuestras palabras en un Programa Nacional de Lucha, de izquierda y anticapitalista".
Vino luego la comandanta Hortensia, quien también se dirigió a las mujeres y rememoró el 1 de enero de 1994 cuando cientos de mujeres milicianas zapatistas se levantaron en armas " dispuestas a pelear por defender sus pueblos y sus derechos y dignidad".
Siguió en el programa los comandantes David y Zebedeo. Pero mientras esto ocurría decidí caminar como pude alrededor de la Plaza. Es curiosa la emoción que surge al verse envuelto entre los compas zapatistas; por un lado, creo, es el efecto del pasamontañas, por el otro, es saber que detrás de esa capucha hay toda una historia de lucha, de resistencia, de mantener un ideal y ser perseverante a pesar de todos los obstáculos que pueda haber en el camino, incluida la muerte.
Hubo un punto en el que ya no pude avanzar. Marcos estaba ya dando su palabra : "Bases de apoyo, responsables locales y regionales, autoridades autónomas, milicianos y milicianas, insurgentes e insurgentas, mandos militares y comandantes y comandantas del Comité Clandestino Revolucionario Indígena- Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: Vamos a empezar a caminar para cumplir nuestra palabra de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona..."
" A mí me toca salir primero para ver cómo es el camino que vamos a andar y ver si hay peligros y aprender a conocer el rostro y la palabra del que es compañero y compañera, pero tiene otro modo. Para unir nuestra lucha zapatista con la lucha de los trabajadores del campo y de la ciudad de nuestro país que se llama México.
"Si algo malo me pasa sepan que ha sido un orgullo el luchar a su lado, ustedes han sido los mejores maestros y dirigentes y estoy seguro que seguirán llevando por buen camino nuestra lucha, enseñándonos a todos a ser mejores con la palabra dignidad. Somos viento, no tememos morir en la lucha. La buena palabra ha sido ya sembrada en buena tierra, esta buena tierra es su corazón de ustedes y en él florece ya la dignidad zapatista."
Continuaba el discurso de Marcos y a unos metros atrás de mí había un borracho gritando cuanta cosa sin sentido. Los compas, disciplinados, a pesar de que eran jaloneados por aquél borrachote, supieron evitarlo, es decir, no caer en la provocación. Finalmente, un extranjero, desesperado, le grito: "¡Callate¡". Poco a poco, el borracho se alejó.
Minutos más tarde Marcos terminaba su palabra y culminaba el mitin en la Plaza de la Resistencia: " Compañeros y compañeras, por primera vez terminamos un acto un primero de enero no gritando "Viva el EZLN" sino como compañeros y compañeras que somos "Viva La Otra Campaña", gracias."