Portada del sitio > Israel: la identidad dividida
El lunes 15 empieza el retiro de Gaza. Es la prueba más difícil para la democracia israelí, mientras retorna el terrorismo fundamentalista hebreo y el Likud se divide con la dimisión del ministro de Economía Biniamin Netaniahu, que apuesta al caos.
Por Gennaro Carotenuto. Desde Roma.
¿Quién lo hubiera dicho, hace apenas un año? El giro a la derecha que caracteriza a la sociedad israelí ha transformado al primer ministro Ariel Sharon en un moderado y ha narcotizado a la izquierda del Partido Laborista. Ésta, que gobierna en coalición y respalda la retirada, hizo un sacrificio histórico en nombre del proceso de paz pero arriesga diluir su identidad que es la historia misma del Israel demócrata. Netaniahu, que dimitió el domingo, se erige ahora como el candidato natural de la extrema derecha ante unas cada vez más probables elecciones adelantadas.
En la Franja de Gaza, en la frontera con Egipto, serán desalojados los 8 mil colonos judíos ilegales, que han sido hasta ahora una provocación permanente a 1,5 millones de palestinos que viven hacinados en pocos quilómetros cuadrados. Son una pequeña vanguardia israelí si se compara con los 220 mil colonos que de manera igualmente ilegal se han instalado en Cisjordania, viviendo en ciudades ilegales según el derecho internacional. Aunque el ejército israelí se ha ido desgastando en la insensata defensa de los asentamientos, la decisión del retiro ha generado un profundo quiebre en la sociedad israelí.
Es un quiebre que pasa por líneas inciertas. Si se votara hoy, la mayoría de los israelíes seguiría apoyando el retiro, pero quien saldría ganador -y primer ministro- sería Netaniahu, que se opone a la medida. Según el diario Maariv del 10 de agosto, Netaniahu estaría a la cabeza de los sondeos con el 42 por ciento, contra el 28 de Sharon. Haaretz asigna 35 por ciento a Netaniahu, 29 a Sharon y 17 por ciento a Uzi Landau, el halcón de la fracción más derechista del Likud que ya se postuló oficialmente a sustituir al primer ministro. Según varios analistas, la carrera política de Sharon dentro del Likud se terminó. Después de que el domingo la Knesset -el parlamento israelí- votó el retiro, Netaniahu llamó a los legisladores a suspender las operaciones “para no darles (a los palestinos) fusiles, no darles misiles, no darles el control de un puerto marítimo que transforme Gaza en una enorme base para el terrorismo”. El miércoles Sharon comentó por primera vez la renuncia de su ex ministro de Finanzas: “Creo que ha renunciado por motivaciones personales conectadas con la ley de presupuesto”. Netaniahu, neoliberal duro y puro, ha sido el peor ministro de Economía de la historia de Israel. Con él los pobres han superado el 20 por ciento, con 700 mil niños que viven en la pobreza, casi uno de cada cuatro.
LAS COLONIAS DE ORO. Israel vive el retiro con un primer ministro frágil, mientras su partido está en rebeldía abierta. El laborista Shimon Peres -82 años, protagonista con Yitzhak Rabin del proceso de paz que costó la vida a este último, asesinado hace diez años por el fundamentalista hebreo Igal Amir- es prudente pero débil. Su heredero Ehud Barak, que en 2000 como primer ministro ordenó el retiro del sur del Líbano, considera que la experiencia del gobierno de coalición finaliza con el retiro desde Gaza. Según Barak, que acusa a Peres de graves irregularidades en la gestión del partido, la salida del gobierno se hace cada día más necesaria para no involucrar al partido laborista en el desmoronamiento del Likud. Hasta ahora el durísimo enfrentamiento entre las dos posiciones no provocó derramamiento de sangre. Nadie sabe qué sucederá la próxima semana. De los 8 mil colonos unos 2.500, atrincherados en la colonia Gush Katif, están decididos a resistir. Han reunido reservas de alimentos y agua y están preparados a que el ejército les corte luz, agua y teléfonos.
Los demás colonos, por más religiosos que sean, se irán con indemnizaciones calculadas en más de 150 mil dólares, lo que suscita rabia y envidia en otros israelíes. En los últimos 20 años Sharon y el Likud han impulsado la política colonial inyectando en ella enormes cantidades de dinero. El sociólogo Shlomo Swirski ha calculado que la colonización de los territorios palestinos ha costado al Estado de Israel al menos 23 mil millones de dólares. Para mantener a los colonos -menos del 4 por ciento de los israelíes- el Estado gasta el 17 por ciento del presupuesto. Ahora se cambia el libreto, pero sólo en la Franja de Gaza.
VUELVE EL TERRORISMO ISRAELÍ. Hasta ahora el conflicto que divide la sociedad israelí entre quienes consideran necesario respetar algunos pactos internacionales y ofrecer posibilidades al proyecto de paz con los palestinos, y los que consideran todo el territorio palestino como parte indivisible de la “tierra prometida”, no ha desembocado en violencia. Sin embargo, el pasado viernes han vuelto a la acción las fracciones armadas de la ultraderecha. En la región norteña de Galilea, Eden Zuberi, desertor del ejército por su oposición a la retirada, asesinó a sangre fría a cuatro ciudadanos israelíes de origen árabe antes de ser linchado. Zuberi, de 19 años, era militante de la organización racista Kach, la misma a la que pertenecía el héroe de la ultraderecha israelí, el médico Baruch Goldstein que en 1994 en la ciudad de Hebron asesinó a 30 palestinos. El fundamentalismo hebreo apuesta al caos para bloquear la retirada e impulsar la limpieza étnica de árabes, incluyendo los 1,3 millones de ciudadanos israelíes de origen árabe que viven en el país. Ariel Sharon, condenando los hechos, no se escondió como en el pasado y ha utilizado la palabra terrorismo. Sin embargo, la acción del joven terrorista israelí debería abrir un debate importante. Si se critica continuamente el rol del sistema educativo palestino por instar al odio antihebreo, no se puede ignorar que hay un sistema educativo israelí que, de la misma manera que del otro lado se producen kamikazes, produce terroristas como Zuberi.
Los palestinos, mientras tanto, miran temerosos y aun incrédulos. En la Franja de Gaza, donde se mantiene hasta ahora el alto el fuego, las dos facciones políticas principales, Hamas y Al Fatah, compiten por el mérito de haber obligado a Israel a retirarse. Se prevén grandes festejos, si no hay imprevistos.
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