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En la Ciudadela del Nemagón: Crónica de una victoria
Publie le Domingo 22 de mayo de 2005 par Open-PublishingTras más de dos meses de lucha, los bananeros y los cañeros nicaragüenses lograron que el gobierno de Enrique Bolaños aceptara la mayoría de sus reivindicaciones. Es hora de festejos. Ya llegará mañana el momento de volver a luchar para que esos acuerdos no sean, como tantos otros en el pasado reciente, violados.
Por Giorgio Trucchi
Son las 9 de la mañana del sábado 13 de mayo y “La Ciudadela del Nemagón” se pone en movimiento. Dentro de pocas horas, miles de bananeros y cañeros podrán volver a sus casas con un resultado importante. Luego de una extenuante negociación de más de setenta días, durante la cual han muerto personas, otras tuvieron que volver a su casa por el empeoramiento de su situación física y otras se encuentran todavía en el hospital, la comisión de los sectores en lucha por fin alcanzó un acuerdo con el gobierno nicaragüense y se prepara a firmar los Acuerdos Preliminares.
Para la gente es una ocasión de festejo, de aliviar las tensiones y compartir este momento con las organizaciones de la sociedad civil que han acompañado el proceso negociador.
En la “Ciudadela del Nemagón” hay confusión, pero una confusión sana. La gente camina sin rumbo definido y sonríe como nunca antes.
Cerca del “Puesto de mando”, el almacén donde desde hace dos meses y medio centenares de personas responsables de los varios grupos (los capitanes) hacen fila para recibir la alimentación que distribuirán a su gente, la champa (carpa) de la solidaridad y dignidad está muy activa.
Hay música, bailes, cantos, juegos y un fermentar de emociones y agitación.
Una mujer se acerca y me saluda, me toma del brazo. Ayer, otra compañera me pidió que la fotografiara en el lugar donde se desarrolló la última asamblea. “Ha sido muy importante, quiero recordarlo siempre”, me dijo.
Camino y encuentro a Victorino Espinales, presidente de la asociación de ex trabajadores del banano afectados por el Nemagón (Asotraexdan). Espinales permanecerá con los 300 bananeros que mantendrán la presión sobre el gobierno para que cumpla con lo acordado y, sobre todo, para llevar adelante la campaña de denuncia de la insensibilidad demostrada por los integrantes de la Asamblea Nacional.
Victorino pregunta si puedo concederle una entrevista en la que testimonie sobre mi experiencia junto a ellos en todos estos años. Hay cariño en sus palabras y un sentimiento indefinido de comunión. Un contacto que se activa independientemente del idioma, de la cultura y de las raíces y que se basa en el sentirse parte de una misma lucha.
En realidad deberíamos ser nosotros quienes agradeciéramos a toda esta gente, que ha demostrado al mundo entero que “se puede”, y continúa haciéndolo día a día. Han puesto en juego todo, también la propia vida, y nos han enseñado lo que quiere verdaderamente decir “ir hasta el final”, luchar por algo que se cree justo, organizarse de manera increíblemente perfecta, ordenada y disciplinada para alcanzar juntos un objetivo. El resto no cuenta, y también las dificultades se viven sin agitación.
Justo ayer, durante una pausa en las negociaciones, un compañero me contó entre risas los percances de la gente cada mañana para ir al baño o ducharse. Se levantan a eso de las tres y media o cuatro de la mañana para poder estar listos a las 6. Forman largas filas, de centenares de metros, delante de las letrinas y luego otra para tomar una ducha (indispensable para soportar el sol de este fin de verano). En la oscuridad se siente el primer olor a café. “El café del amor”, lo llama la compañera que todas las mañanas, a las 3 y media, se apuesta en un rincón de “la Ciudadela” y grita que el brebaje está listo.
Entre la gente que camina y que finge tener algo que hacer, entre las champas de plástico negro, los vestidos rasgados y las caras cansadas por los demasiados días pasados bajo las estrellas, empiezan a vislumbrarse los rostros de los ministros y otros integrantes del gobierno. Trajes limpios, camisas blancas, alguna corbata, celulares por doquier. Todos criollos, blancos, de la clase dominante. No cuesta mucho localizarlos mientras forman corrillos entre ellos. También para ellos es un día particular. “Que se firme, que éste sea un momento importante para el gobierno. Busquen la manera para que declaren su satisfacción por mi trabajo y que se vayan, porque las próximas semanas estarán muy calientes”, debe de haberles dicho su jefe, el presidente Enrique Bolaños.
La aceleración de las negociaciones de las últimas semanas y el hecho de que la Comisión del Gobierno haya prácticamente aceptado la mayor parte de los puntos propuestos por los sectores en lucha despierta más que una sospecha, pero lo esencial es que hoy estos acuerdos se firmen, se cuiden y se revisen punto por punto. Y que se respeten. “Si luego todo esto lleva agua al molino del gobierno no nos interesa, lo importante es que estamos solucionando de modo victorioso la primera parte de esta lucha”, deben de haber pensado los líderes de los bananeros.
El gobierno, que planeaba realizar una ceremonia elegante y oficial dentro de la Casa Presidencial, ha tenido que ensuciarse las manos y bajar al “infierno”. Para ellos la “Ciudadela del Nemagón” es inimaginable, nunca han pasado por aquí. De hecho el presidente nunca lo hizo. Pero es una realidad, la de más del 70 por ciento de los nicaragüenses que deben vivir con menos de dos dólares al día. Hoy se han visto sido obligados a llegar hasta aquí y a instalarse sobre la tarima (un camión descubierto), apretados y sudorosos, como las miles de personas que miraban desde abajo, con los ojos brillantes y las caras quemadas por el sol y esas manos acostumbradas a la tierra, atravesadas por líneas profundas como los surcos que trazan en los campos antes de echar la semilla que dará vida al maíz, que según sus antepasados era el origen del ser humano.
La ceremonia se desarrolla bajo un sol fuerte, oscurecido de vez en cuando por las nubes de este principio de invierno que tarda en llegar.
El himno nacional, una bandera que se agita detrás de la gente sobre la tarima, la lectura de los 21 puntos que componen los Acuerdos Preliminares... Aplausos cuando se habla de la salud gratuita, del programa “Libra por libra” que les dará semillas mejoradas (la sociedad civil ya ha decidido que controlará que no se difundan semillas transgénicas), de los pasaportes de sus compañeros y compañeras que irán a Estados Unidos para declarar en el proceso contra las multinacionales, de los análisis de las capas acuíferas y las aguas superficiales, de las pensiones que los cañeros enfermos de insuficiencia renal crónica y las viudas ya están recibiendo (otro resultado de estas negociaciones).
Mientras se distribuye a los medios el comunicado que analiza el trabajo desarrollado por la solidaridad internacional en estos casi tres meses de apoyo a la lucha de los bananeros y cañeros y el mensaje, suscrito por numerosos senadores italianos, de presión a los diputados nicaragüenses para que escuchen los gritos de dolor de miles de sus connacionales, toma la palabra la ministra de Salud, Margarita Gurdián, que preside la Comisión Interinstitucional. Su discurso apunta a exaltar la imagen del presidente Bolaños y del gobierno. Es como un comercial publicitario, que pasa rápido, tal como comenzó.
En todo caso es justo reconocer que la ministra Gurdián ha administrado la Comisión en un modo muy eficiente, haciendo traslucir un interés personal en tratar de solucionar la situación de los bananeros.
Los discursos que siguen y la entrega pública de los primeros 36 pasaportes y los carnés que permitirán la identificación de las personas que tendrán acceso gratuito a la salud no han aportado nada de particularmente relevante. Se notaba, eso sí, una prisa creciente entre los integrantes del gobierno, una prisa que impidió al dirigente bananero Manuel Hernández la lectura del comunicado de la solidaridad internacional.
Por último tomó la palabra Victorino Espinales, que lanzó un duro ataque al Parlamento nicaragüense. Los diputados, dijo, dieron muestras de una increíble insensibilidad, ya que en más de setenta días de conflicto no han encontrado todavía el tiempo -o, como es más probable, las ganas y el interés- de hablar con ellos. En el resto del discurso manifestó su confianza en que el gobierno respete lo que se acaba de firmar. Si esto no sucede, advirtió, los bananeros ya están listos para volver a Managua en masa.
Mucho más fuertes fueron las declaraciones de los afectados “de base”, que por lo general dudan de la palabra del gobierno y del presidente Bolaños, que ya el año pasado los ha engañado firmando acuerdos luego jamás respetados.
En todo caso, la presencia de los bananeros en Managua no termina aquí. Unos 300 permanecerán en el campamento e intentarán proseguir el diálogo con el gobierno sobre los puntos pendientes y aquellos que se encuentran todavía en definición. Deberán romper el muro de silencio de la Asamblea Nacional, con la cual tendrán sin embargo que tratar para conseguir satisfacción a algunas de sus reivindicaciones fundamentales, como la pensión vitalicia para los bananeros, la reforma a la Ley 456 para que la insuficiencia renal crónica sea reconocida como enfermedad profesional, la reforma al presupuesto de la República para lograr los fondos necesarios para cubrir el acceso a la salud gratuita y la inclusión de un nuevo párrafo en la resolución de 2004 en que se diría que “la ley 364, ley especial de defensa de los derechos a las personas enfermas a causa del Nemagón, no será abrogada ni reformada hasta que las personas enfermas no hayan recibido indemnizaciones”.
Me voy, mientras las “toyotonas” (los enormes jeeps en que suelen movilizarse las clases ricas nicaragüenses) de los miembros del gobierno se alejan.
La gente continúa preparándose para la partida de mañana 14 de mayo. Las champas se desarmarán y quedarán almacenadas aquí, para el caso en que fuera necesario un regreso inmediato. Con su salida disminuirá la presión a las instituciones y por lo tanto será aún más necesario que la sociedad civil y las organizaciones internacionales intensifiquen su acción de solidaridad.
Se ha dado un primer e importante paso. Falta el más difícil.